Soy una logopeda absolutamente enamorada de mi profesión, y la entiendo como algo más que un trabajo: es una parte vital de tu bienestar.
Para mí, el cuerpo es un todo interconectado. Lo que pasa en tu boca, nariz o garganta afecta a todo lo demás, ¡y de una forma increíble! Por eso, adoro trabajar codo a codo con otros compañeros sanitarios que comparten esta visión holística. Por eso, además de la especialización en logopedia me he formado en disciplinas afines como la rehabilitación neurooclusal (RNO), la odontología biológica y/o la metodología Buteyko de reeducación respiratoria.
Desde hace años, me dedico en cuerpo y alma a los problemas orofaciales. Soy la persona a la que acudes si necesitas ayuda con:
La respiración oral (respirar por la boca).
Las alteraciones de la masticación.
La famosa deglución atípica (o disfunción al tragar).
Soy una viajera empedernida, y eso se nota en mi forma de trabajar. De hecho, cuando nos conectemos, no te sorprendas si me ves con el mar de fondo o rodeada de pinos.
¡Sí! Soy una logopeda sobre ruedas y me encanta mi pequeña casa rodante. Esta vida me permite brindarte la atención que mereces mientras me nutro de mis grandes pasiones, que encuentro en la naturaleza: el mar y los bosques. Adoro el senderismo por zonas con vegetación densa.
Incluso las tormentas me fascinan; son mi excusa perfecta para acurrucarme junto a la ventana y alternar entre mis otras pasiones: leer y escuchar música.
Soy una absoluta amante de los animales, especialmente de los perros.
Durante 16 años, Homer, mi Schnauzer miniatura, fue mucho más que mi mascota. Hasta sus 10 años, fue mi perro de asistencia en las terapias presenciales. Te aseguro que ni te imaginas el apoyo y lo que podía lograr un peludito adiestrado. Aunque hace poco cruzó el arco iris, su espíritu de acompañamiento sigue siendo parte de mi práctica.
Y por último, un secreto a voces: ¡me pirra cambiar mi pelo! Hija de peluquera, supongo que algo de ese gen creativo tenía que salir en los genes, ¿no crees?